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miércoles, 4 de abril de 2012



de Alicia Irene Prado Dominguez
La más primitiva confesión de fe cristiana dice que Jesucristo “murió por nuestros pecados”. Los cristianos, decimos en el “Credo”: “Fue crucificado...”, y los evangelios refieren de manera muy lacónica “lo crucificaron”, sin más detalles. Nadie se detiene a describir la forma en que se realizó este terrible acto, del que los lectores modernos quisiéramos tener más información.

Esta carencia de datos es comprensible. Imaginamos la escena así como la presentan los cuadros renacentistas, con cantidad de personas rodeando al crucificado y a sus verdugos, pero la realidad era muy diferente. Siempre que se procede a la ejecución de un condenado, los curiosos son mantenidos a distancia. Los evangelios dicen que los familiares y los discípulos “contemplaban desde lejos”, de modo que no podían narrar con precisión cómo se habían producido los hechos y qué palabras se habían dicho.
Si nos formamos una idea de cómo era una crucifixión, es por lo que dijeron los escritores antiguos.

La crucifixión, “el más cruel y horroroso de los suplicios” (Cicerón), consistía en colgar a una persona de una cruz o del tronco de un árbol, fijándolo con sogas o con clavos, y dejarla así hasta que muriera. Cuando se trataba de una cruz, según las costumbres romanas, la madera transversal (patibulum) era llevada en hombros por el condenado, que recorría desnudo el trayecto entre el tribunal y el lugar de la ejecución, donde ya se encontraba fijo el palo vertical (stipes). Se le colgaba al cuello una tabla en la que constaba el delito por el que había sido condenado, y esa tabla quedaba a la vista de todos una vez realizada la crucifixión.

No se conoce cómo era la cruz de Jesús. Podía tener forma de cruz “†”, de “T” o de “X”, u otra forma. Los tres primeros evangelios no dicen si Jesús fue atado o si se usaron clavos para fijarlo en la cruz. Solamente el evangelio de san Juan hace referencia a los agujeros de los clavos en sus manos.

Al condenado se lo colgaba desnudo porque su ropa y otras pertenencias se repartían entre los que procedían a la ejecución. El arte cristiano representa un paño que cubre el cuerpo del Señor crucificado. Pero algunos escritores de la Iglesia antigua hablan de la desnudez del Señor en la cruz.

Para que todos lo vieran y temieran cometer los mismos delitos, la ejecución se realizaba en un lugar de mucho tránsito. El crucificado quedaba expuesto largo tiempo, durante una agonía que duraba varios días, mientras los soldados romanos custodiaban para que nadie se le acercara para llevarle algún alivio, o con la intención de sacarlo de la cruz. Después de tan espantoso sufrimiento, el condenado moría de fiebre, o de sed e inanición, o porque estando tanto tiempo suspendido por los brazos, se le comprimía el tórax y moría por asfixia. “Perecían miembro por miembro, y como por una gotera, exhalaban su vida gota a gota” (Séneca).

Podía haber algo más atroz aun: una inscripción de la época de Jesús dice que se colgaba al condenado para que “sirviera de comida para los animales salvajes y las aves de rapiña”. El crucificado, estando todavía vivo, podía ser desgarrado y devorado por los perros salvajes o los buitres, sin que pudiera defenderse ni nadie le prestara ayuda.

Antes de la ejecución, las mujeres piadosas de Jerusalén hacían llegar vino con mirra al que había sido condenado por los romanos. Se pensaba que esta bebida servía como narcótico y atenuaba el sufrimiento. El evangelio de Marcos dice que se la acercaron a Jesús, pero que él no la quiso tomar.

Después de muerto, el cadáver del condenado quedaba expuesto en la cruz para escarmiento de los demás. Cuando ya no quedaban más que los huesos, no se otorgaba a los familiares el derecho a sepultarlos, sino que eran arrojados a la fosa común. Gracias a la influencia de José de Arimatea, Jesús pudo ser sepultado.

Los evangelios coinciden en que Jesús murió a pocas horas de su crucifixión. Esto fue excepcional, y según el evangelio de Marcos, sorprendió a Poncio Pilato.

Los discípulos, amigos y familiares de Jesús vieron todo desde lejos y no pudieron dejar un relato detallado de lo sucedido. Sólo dijeron que el Señor fue crucificado y murió en la cruz. Sin embargo los autores de los evangelios se extienden mucho más. Pero no lo hacen con la finalidad de hacer una crónica precisa que responda a las inquietudes de los historiadores o de los curiosos, sino para ofrecer a los creyentes el dato para la fe. Explicaron qué significa para la fe, esa ejecución que exteriormente podía ser igual a la de cualquier delincuente.

En el evangelio de san Mateo, la sangre de Jesús se derrama para el perdón de los pecados. Varios rasgos de Jesús, responden a la descripción del justo sufriente del libro de los Salmos: a él le dan a beber hiel y vinagre, lo despojan de su ropa y se la reparten, sus últimas palabras, en hebreo, son las del inocente condenado injustamente. Los insultos de los sacerdotes al pie de la cruz reproducen las palabras con las que en el libro de la Sabiduría, los malvados injurian al justo, hijo de Dios. Jesús muere mientras las tinieblas cubren la tierra en pleno día, como en el día en que Dios juzga el pecado del mundo en el libro de uno de los profetas. Al morir el Señor hay terremoto, resurrección de muertos y conversión de los paganos, como está anunciado para el día en que termina este mundo y comienza la etapa final de la historia.

El evangelio de san Marcos muestra que Jesús es el Mesías que salva al mundo por medio de la cruz. Por eso mandó guardar secreto sobre los milagros. Cuando llega el momento de la cruz, el Señor se niega a tomar vino con mirra porque quiere beber hasta el final la copa del sufrimiento. En la cruz recibe en silencio los insultos de todos, y reza uno de los Salmos del justo sufriente. Lo hace en arameo, la lengua vulgar, no la oficial del culto, para mostrar así su cercanía y familiaridad con el Padre. El Señor muere gritando, sin que haya acontecimientos espectaculares, y el centurión llega a la fe porque lo ve morir en medio del dolor. Siendo el Hijo de Dios, Él nos salvó por lo que padeció en la cruz como verdadero hombre.

En el evangelio de Lucas la sangre de Jesús es el sacrificio de la nueva alianza. Jesús reconcilia a todos por medio de la cruz. Al ser crucificado, el Señor reza por los que lo someten a ese suplicio. Mientras los que lo insultan lo desafían a que use su poder para salvarse, él no les responde y sólo habla para prometer el paraíso al delincuente que está crucificado junto a él. Jesús muere recitando un Salmo de confianza en Dios: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, y después que muere, todos se retiran golpeándose el pecho como señal de penitencia universal.

En el evangelio de Juan, el Señor muere en un acto de amor a la humanidad hasta el extremo. Sucede en la víspera de la Pascua, a la hora en que en el templo se realizaba el sacrificio del cordero pascual. El verdadero Cordero es Jesús, inmolado sin que se le rompa ningún hueso. Se cumplen las Escrituras cuando los soldados:reparten sus ropas, y de su costado herido brota la sangre que testimonia su sacrificio y el agua que representa el Espíritu que él derrama a partir de su elevación al trono del Padre. Antes de morir constituye a su Madre como madre de los discípulos, para que por medio de María, todos sean hermanos de Jesús. Para que se cumplan todas las Escrituras, Jesús dice que tiene sed, como el justo sufriente de los Salmos, luego dice que ya todo está cumplido, y muere entregando el Espíritu.

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