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miércoles, 21 de abril de 2010

Restaurante-Sidrería "Casa Marcelo" - Google Maps

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Carta de una mujer con sida



Querida Maite: Te pediría una oración por mi, para que mi cuerpo se curara, para que el virus desapareciera, se muriera y me dejara en paz. Pero aun con este horrible huésped he de sentirme afortunada. Qué se yo del sida, ni siquiera con seguridad como entró en mi cuerpo, talvez por varias vías, pero eso ya no importa. Qué se yo del sida, siglas en mayúscula que ignorante de la lingüística hago minúsculas para reducir el peso de sus letras, para que no griten. Qué se yo del sida, que lo provoca un virus enamorado de mis células, que solo vive por ellas, inocentes victimas de una violencia sin igual. Qué se yo del sida, informaciones manchadas con el negro color del miedo, fotos de cuerpos vinaceos, kaposis, hongos, herpes. Qué se yo del sida. Me duele África, me duelen las mujeres que paren sus hijos enfermos sobre la arena del desierto o la aridez de la sabana, me duelen los hombres ignorantes, los brujos pestilentes, me duele el hambre. Qué se yo del sida. Que algunos han llenado sus arcas. Es la vida dicen “la selección natural”, las grandes pandemias de la historia y niegan fármacos a los países pobres. Qué se yo de sida. Las irrisorias haches de los ochenta y vergonzosas de los noventa. Qué se yo de pandemias y de haches y de siglas. Soy solo una mujer enflaquecida, temerosa por la alerta de mi esqueleto andante, obsesionada por los rellenos plásticos que harán de mi cuerpo parte de la normalidad, si fuera posible. Y me siento afortunada por que nadie me negó su ayuda, con más conocimiento o menos dispongo de médicos, de sicólogos, de servicios impensables solo hace unos años cuando mis fémures, incapaces de sostener la cadera, temblaban gelatinosos. Y soy afortunada digo, por los fármacos que tomo cada día, aliados del ejercito maltrecho de mis células, aunque sufra daños colaterales. Nadie me marginó jamás. Tal vez por que escondí las siglas en el manto de grasa de mi cuerpo. Y me amaron y me abrazaron y me entendieron aquellos a quienes abrí mi corazón. Si, te pido una oración, una oración por los ignorantes, por los avaros, por los violentos. Una oración por los que padecen, por los que quedamos, una oración por los que se fueron.

OPINANDO EN LIBERTAD: PRESENTACIÓN

OPINANDO EN LIBERTAD: PRESENTACIÓN

por joel 14/02/2010 02:03 EN LA DISTANCIA


Tu recuerdo se desvanece en la distancia ¿Cuanto tiempo hace de aquel adiós? ¡Y las lagrimas que he vertido en aquel rincón! Cuanto dolor en la noche buscando sin hallar Aquellos besos tan dulces que nos solíamos dar Los paseos por la playa casi al clarear Y aquellas noches de luna bañándonos en el mar Nuestros cuerpos jadeantes fundiéndose entre si Ahora busco caricias ajenas que me ayuden a olvidar Para ver si me hierve la sangre para dejarte de amar Pero como poder borrar de la memoria aquellos días de ternura De fuego dolor y miel Esas palabras que me susurrabas, de que me servían si no eran más que falsedades Envueltas en la magia de tus besos como lienzos llenos de pinceladas de amor y poemas de melancolía Tu recuerdo se esfuma en la distancia y hasta creo poder olvidar tu anhelado nombre

Poema 20,


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.” El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. ¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos! Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. ¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla! La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Yo no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.. Mi voz buscaba al viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, Mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo. Pablo Neruda (Poeta Chileno, 1904-1973)

Al final del camino, de Mayte Arenas Martinez

Cuando no este, cuando me haya ido
¿Seguirá la vida su rumbo?
Quizás el mundo deje de girar
¡Dónde iré a parar!
¿Seguirá la mañana surgiendo?
Cuando me valla, cuando no este
¿Los pájaros con sus trinos, dejaran de canturrear
¿Y el mar tan bravío dejara de bramar
¿Y los seres que más quiero, me dejaran de recordar
¡Donde iré a parar!
¡Me enloquece el pensar que se me marcha la vida!
Con tanto por terminar
Necesito tiempo y es lo que no me dan
Que la vida es un suspiro
Y me esta llegando el final
Adiós viento, adiós mi mar que me rebosaba de paz
Y este amor tan grande al que hoy dejo en libertad
Cuando me valla, cuando no este
¿Me iré a un lugar donde el tiempo nace?
Y el murmullo del viento te acaricia con suavidad
Atrás quedan tristezas, sinsabores alegrías y amores
Cada paso es una meta y de la vida es la muerte que ha de llegar
Cuando no este, cuando me haya ido, cuando me llegue el final

Carta de un padre


Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor. Te regañé porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grité porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levanté por el cabello y te empujé violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato. Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mí tímidamente y yo sólo te advertí que no te portaras mal. Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indiqué que caminaras erguido. Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grite que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto. Al poco rato mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido? Luego escuche unos golpecitos en la puerta. "Adelante" dije adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te mire con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir?, ¿vienes a despedirte? No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente. Te abracé y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba. "Hasta mañana papito" dijiste. ¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eras igual. Tu tenías unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobretodo, sabías demostrar amor. ¿Por qué me costaba tanto trabajo?, ¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba aburriendo? Yo también fui niño. ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme? Después de un rato entré a tu habitación y encendí una lámpara con cuidado. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé. Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce. No pude contener el sollozo y cerré los ojos. Una de mis lagrimas cayó en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación. Si Dios me escucha y te permite vivir muchos años, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida. Desconozco su autor

HOTEL CASA ESPAÑA. Villaviciosa. Asturias

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Poema XX Neruda por Alex Ubago

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