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sábado, 2 de junio de 2012


LA CESTA DE LAS UVAS POR LUISA GARCÍA


La mujer se mira al espejo, se reconoce con mirada crítica. Camina hacia su guarda ropa y elige una hermosa falta floreada y una blusa de vuelos, recién comprada. Le quita la etiqueta de la marca y la mira con el desprecio que suele observar, lo carente de sentido. Se quita sus ropas de dormir y se coloca con esmero la vestimenta seleccionada. Ella sabe que no hay pan más duro que el que se come en soledad indeseada. Retorna, entonces al espejo, y maquilla con colores suaves sus mejillas y sus labios, dejando para lo último los ojos. Ahí se detiene y pulcramente los recrea llenándolos de la oscuridad reinante para que la luz de lo profundo emerja con su dulzura provocativa. Lista ya, toma una pequeña cartera que cruza sobre su pecho y sale al asombro del mundo. Ya en la acera, se decide: irá a la fiesta.
El día no es para autos, quiere ser libre, soberanamente independiente de ataduras que diariamente la constriñen a la disciplina férrea de las teclas, en las cuales se vuelca dejando sus nardos plácidos y su sangre en derroteros. Así que camina hasta donde se toma el metro. Llega en un santiamén y se involucra con los miles que deambulan sin concierto. Logra subirse a los minutos y en breve ya tiene que bajarse. Su sombra va con ella, mueve el pelo batido por el aire que amenaza lluvia pero ya casi está a las puertas de su deseo y sin dudarlo entra.
-!!!Carmennn!!!
La reconoce alguien entre la muchedumbre. El vozarrón la ha estremecido pues ella está distraída en la alegría de los rostros y las manos que se mueven rumorosas. Y otra vez se repite el grito:
-!!Carmennn!!! Es un hombre quien la llama. Lo ve, por fin, atravesando con largas zancadas el peculiar lugar en el que se danza sin remilgos. En realidad no importaba si no lo hubiera visto, con aquellos ojos perfectamente pintados de chispeante regocijo. Lo hubiera reconocido vendada, por su timbre inconfundible, y porque nada más de estar lo habría presentido entre la gente que fiestaba. Así que se detiene para esperarlo. Él llega agitado por la premura y acercándose a su oido zalamero le dice:
-!Hola, belleza! Qué vientos te han empujado y te dejan ver por aquí?
-!Ay, corazón, no me provoques! !Sabes que sangre es lo que me sobra!
Carmen, lo mira retadora. Ha tomado, al vuelo, una flor que ha colocado en su pelo, anudado ahora sobre su nuca. Una sonrisa divertida y traviesa le corretea en la piel ardiente. Avanza suave, gatunamente hacia donde un grupo de hombres y mujeres juegan el juego de las uvas. El galanteador la sigue hipnotizado por sus movimientos de junco cimbreante. Ella no es demasiado delgada pero sensualidad y gracia le sobran. Llegan al ruedo y observan a los danzantes atrapados en airosos gestos que los dominan. Ella mira al hombre que está a su espalda y le dice:
-Te animas?
Y entra ella danzando. Todo su cuerpo resopla y vibra. En realidad no es bailarina; pero poesía sí tiene para repartir en tajadas y alimentar a los mirones. Así que despliega toda su energía, la armonía de sus brazos ligeros. Se desborda su imaginación en cadencias y sugerentes caderas que llaman. El hombre está embobado. El la conoce desde siempre, aunque jamás la ha visto felina como ese día. Ansía poseerla en medio de los presentes. Ella ahora, da vueltas alrededor de la cesta repleta de hermosas uvas. Se contonea airosa como una rama agitada por las brisas. El sudor ya le corre en trillos por el cuerpo y brilla a la luz de la tarde grisácea. Carmen se acerca cada vez más a su objetivo, otras hacen lo mismo, pero sin el empecinamiento de ella, que aparta los obstáculos, para sumergir su rostro y tomar la más grande de las uvas entre sus dientes blancos.
Sale finalmente, de nuevo, a donde otros ya se han ido apartando para observarla. Luce la uva roja y jugosa.
El hombre embelesado la sigue, acompaña sus movimientos felinos, con los suyos, cada vez más urgentes.
Pegan sus cuerpos y sus rostros. Muerden los dos la misma uva. Corre el jugo sobre las barbillas. Danzan al unísono felices. La danza de las uvas reverbera y deja boquiabiertos a los que observan, No saben a dónde va a parar tal desenfreno: Rugen los cuerpos en lo incierto de la tarde que llega. La voz de él naufraga en la minúscula oreja de la mujer temblorosa.
-!!Te amo, mi Carmen!! Nunca más te dejaré sola!
- Lo sé, amor, lo sé; pero ahora baila. !Las uvas esperan!

LUISA GARCÍA
01-06-11
Oleo de Cesta de Uvas > MATÍAS del REY




Oscurantismo

Guardando lo que me queda de carnes entre las piedras de mi condena
tras las esfinges de la niebla
bordando mi lengua con los zafiros de un poema
dilato el útero de este verso que grita mientras pare lo que quema mis entrañas y aliento
Maldigo la hora en deshonra en la que la musa se declaró pía, limpia e inconclusa
dejando a un lado su diatriba
manchando con su sangre mora la nostalgia que la cicatriza
a la vez que pintó con carmín morado la mueca en las caderas de un dilema
Sombra pérfida y perdida que cabalga en la espesura de un virgo sin cordura
arrasando con los latidos de una vulva en andadura
Luna menguante y taciturna que manosea la ambrosía de quien la enerva mientras la encumbra
y con su lengua
liba la hombría de la niebla y la penumbra
Consortes endiosados en las cortes del ocaso
acribillando con sus garras las malicias de los imberbes del Parnaso
mientras cavilan al despuntar el alba
en busca de un poema sin luz ni alma
y yo quedo quieta, inmóvil e impávida
esperando que el numen se regrese a la estancia

Viento Serena
(Lala©2012) —

Orion Celeste
QUIERO VOLVER EL TIEMPO

Aùn de niña imaginaba albores sin contiendas,
en mi infancia de atardeceres gastados y olvidados,
se adueñaba de mì la simpleza de la nostalgia inòspita...
donde era parte activa de emociones alquiladas.

Serpenteaba calles de empedrados y obstàculos,
en la quietud de mis sueños pueblerinos,
una que otra madre apresurada miraba asustada
como pasaba su tiempo y su rutina,
pugnando en descifrar su abandono y agonia.
Cada cosa en su lugar sin alterar la fisonomia del lugar,
casa bajas a la altura de la luna dibujaban el paisaje,
sentimientos sin maquillajes ni caretas...

Allì todo era autentico y genuino,
vivencias que edificaron mi mente y mi corazòn,
aùn percibo el desgastado olor a pinos silvestres...
cuanta armonia poblaba el ambiente.
Conjunciòn perfecta de primeros amorios
y rosas olvidadas entre las hojas de mis primeros poemas,
sacudo mi cabeza para desvestirme de aquellas imàgenes,
tan lejanas, tan tardìas...

Me pregunto porque vuelven a mi mente
aquellos recuerdos en reposo?
Necesito el abrazo o la caricia adormecida?
o es tan sòlo nostalgia de mi vida pueblerina!!!

Pintura: Leonid Afremov

Orion Celeste D.R. 182469 Copyright


Martha Lyda Marulanda Rodriguez
♫☼► TIEMPOS.◄☼♫
☼ Despues de transitar caminos y vidas
a traves de años y años de dificiles ciclos,
sus pies en diferentes estados habianse encaminado
en la eterna busqueda de la mitad
que sabia, presentia en algun lugar,
su sentimiento lo encamino donde ella esperaba
desde hacia cientos de años, su esencia
sabia que el llegaria, aunque la razon
la incredula razon no entendia lo que presentia.
Solo fue, mirar sus ojos y comprender
que el buscar habia terminado;
alli la encontro en un pueblecito caluroso
perdido en un mundo blanco de azucar y caña,
quiza fue la vida la que los condujo a su cita
bella cita pactada por ambos corazones,
en algun extraño recodo del tiempo;
unieron sus ojos, se encontraron las palabras,
se trenzaron las manos en inolvidable compas
al bailar en esa fiesta de sentimientos
de evocaciones sin recuerdos presentes.
Alli los esperaba la inpavida escala
cuyo principio era el final de ese vagar
sin entender, que estaban incompletos,
fin del vagar milenario perdidos en el tiempo
de multiples existencias desesperadamente
sin recuerdos y sin historias...
Solo fue mirarse y entender que se habian reencontrado,
en el minuto exacto y apropiado,
justo en el meridiano de sus corazones
ahora unidos para siempre en uno solo.►♥◄
♫ MARTHA LYDA MARULANDA RODRIGUEZ ♪
La poeta irreverente.