Porque el amor es simplemente eso: la forma del comienzo tercamente escondida detrás de los finales. Roberto Juarroz .
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viernes, 17 de febrero de 2012
María Fernanda Castro Esa extraña sensación de caída libre cuando estoy en tus brazos, esa necesidad de alas justo antes de estallar dentro tuyo, ese confín inalcanzable donde los espíritus se encuentran y deciden conquistar un cielo que solo existe en un puñado de sueños...
esa sombría inquietud de la noche entregada en pedazos y el secreto de las sábanas envolviendo las huellas del amor que ha pasado....
esa enfermiza soledad que se propone acompañarme desde que apareciste, que se está defendiendo de tus horas, las que me regalas, inventando pretextos para no dejarme dormir...
esa sensación de no querer volver nunca de tu país de olvido, de tu cuerpo vacío de tu piel sin amor... maria fer
Serena Soledad Amuchástegu EL PADRE Pablo Neruda El padre brusco vuelve de sus trenes:
reconocimos en la noche el pito de la locomotora perforando la lluvia con un aullido errante, un lamento nocturno, y luego la puerta que temblaba: el viento en una ráfaga entraba con mi padre y entre las dos pisadas y presiones la casa se sacudía. Las puertas asustadas se golpeaban con seco disparo de pistolas, las escalas gemían y una alta voz recriminaba, hostil, mientras la tempestuosa sombra, la lluvia como catarata despeñada en los techos ahogaba poco a poco el mundo y no se oía nada más que el viento peleando con la lluvia. Sin embargo, era diurno. Capitán de su tren, del alba fría, y apenas despuntaba el vago sol, allí estaba su barba, sus banderas verdes y rojas, listos los faroles, el carbón de la máquina en su infierno, la Estación con los trenes en la bruma y su deber hacia la geografía. El ferroviario es marinero en tierra y en los pequeños puertos sin marina -pueblos del bosque- el tren corre que corre desenfrenando la naturaleza, cumpliendo su navegación terrestre. Cuando descansa el largo tren se juntan los amigos, entran, se abren las puertas de mi infancia, la mesa se sacude, al golpe de una mano ferroviaria chocan los gruesos vasos del hermano y destella el fulgor de los ojos del vino. Mi pobre padre duro allí estaba, en el eje de la vida, la viril amistad, la copa llena. Su vida fue una rápida milicia y entre su madrugar y sus caminos, entre llegar para salir corriendo, un día con más lluvia que otros días el conductor José del Carmen Reyes subió al tren de la muerte y hasta ahora no ha vuelto. Memorial de Isla Negra
Morí por la Belleza de Emily Dickinson (1830 – 1886) Morí por la Belleza — pero apenas en la Tumba yacía Cuando a uno que murió por la Verdad dejaron En la Estancia contigua – Me preguntó en voz baja la causa de mi muerte. “Por la belleza”, dije- “Y yo — por la verdad — las Dos son Una sola – Somos Hermanos”, dijo – Así, como Allegados que de Noche se encuentran – Hablamos a través de los Muros – Hasta que el Musgo hubo alcanzado nuestros labios – Y cubierto — nuestros nombres – 449
I died for Beauty — but was scarce Adjusted in the Tomb When One who died for Truth, was lain In an adjoining room – He questioned softly “Why I failed”? “For Beauty”, I replied – “And I — for Truth — Themself are One – We Brethren, are”, He said – And so, as Kinsmen, met a Night – We talked between the Rooms – Until the Moss had reached our lips – And covered up — our names –
Soledad, ven conmigo...
Hacía tanto que no te veía tocar las cuerdas de ese violín amigo... soledad, ven conmigo, ayúdame a tararear el silencio de tu despertar en mi alma, incorpórate ante mi sombra, hagamos de nuestras presencias, una sola, porque nos amamos tanto, nos extrañamo infinitamente, y cuando juntas no estamos, nos sentimos como seres deficientes, en la brevead del ser que reclama eternas presencias en donde se exprese el alma... Soledad, ven conmigo... no me abandones en tu acunar de estrellas que titilan en mi corazón, que en cada rincón necesito que ocupes tu reservado lugar... Soledad, eres como la propia libertad, como la puerta a la intimidad que grita su encantadora magia, mientras tu sigues entonando las notas que tararean el silencio de tu despertar en mi alma... Somos una en dos porciones elaboradas por el amor, no te disfraces de alegría, tampoco de llanto, espérame en ese cielo tan amplio, para elevarnos juntas hasta la inmensidad... Soledad, te esperé ya tanto... ven conmigo... tómame de la mano, crucemos este camino blanco, sin desfallecer, con la sola intención de cantarle al amor, los goces de la inspiración... Soledad, ven conmigo... es un llamado a la introspección, es un pedido a la meditación, es una súplica espiritual la que te hará regresar a mi lado, como si nunca me hubieras faltado... Te echaba de menos querida soledad... Soledad, aquí y ahora es el encuentro, en esta esquina quejosa que dobla mi pecho, ansiando tenerte tan cerca como al más grande de los amigos... Soledad, no me puedes fallar... Ven conmigo, no te arrpentirás...
ESCULTURA Y ALIENTO de Hugo Manrique Gimen los últimos haces del día y se retiran presurosos ante las sombras crecientes y sin filo. La noche ingresa por la piel y hunde las rejillas de los recuerdos.
Sus párpados yacen quietos, son montañas agotadas sobre sus propias planicies, y mis dolores, del día y de la tarde, se preguntan sedimentados…
… ¿Debió ser la compañera de mis sueños agrestes, trascendiendo temores, espadas de sangre y piel, deleitando mis pasos de quietud?
¿Será tal vez que el pasado retuerce, una vez más, a mis vertebras, que dóciles se entregan al retorno, arrancando losetas del presente en su aletargada plenitud?
Y surge detrás de mi dorso, una fierecilla de luz retorcida, se agazapa entre las cortinas de mi visión y levantando sus brazos de niebla blanca se rebela ante la luna absorta, que nada sabía de su presencia abismal, y me ofrece recrear un nuevo cuerpo sideral -sobre mi compañera- hasta alcanzar el todo ideal.
Y me presenta a dos gaviotines, carpinteros de punta caliza y uñas de barro tibio, que sigilosos traen las hebras más luminosas desde su mundo, de tacto impalpable y colores arrancados de algún arco iris distraído en sus tardes…
… ¡Éstos serán sus cabellos!, me dicen, vaivenes y olas mostrando la frente a los cielos indiferentes, y brillantes como las coronas de princesas nativas olvidadas por los juglares de viejos occidentes.
Más tarde, esa luz, retazo de luna impía, traerá a dos cangrejos rojos, reyes de los manglares y las conchas negras, artesanos prodigiosos, ante los cuales las piedras más duras y sin pasados piadosos se convierten en arcillas y arenas untuosas a sus tenazas de sal enmudecida. Maestros de conjuros y decires invocan a la tierra. Y del cascajal y la piedra surgen los sudores y aceites…
… ¡Ésta será su piel!, me dicen y con los retazos endurecidos nacerán las uñas, las pestañas y las cejas matutinas. Moldearán los pliegues y los plexos, robarán cristales en riberas al borde del mundo y las cascadas, y depositarán sus primeras miradas en las fronteras y los abismos, y los unirán a los cabellos resplandecientes que danzarán con sus primeros latidos.
Debilitada por los hechizos y sin la bendición de la luna insomne, esa luz se sienta en el andén y me presenta a dos pumas de valles quietos, con mirada taciturna hacia sus propios suelos, y entre sus garras, escritas están las fórmulas recónditas.
Y sus pisadas de cruces marcarán el suelo hacia la montaña desnuda, más cercana a su aliento de caverna, olvidada por el aire y el sonido, y posarán sus brazos sobre el barro inerme hasta vaciar la vida en las cumbres.
¡Y resoplarán los primeros estertores!, con los pálpitos de las eras terrenales, ojos de horizontes movedizos, gritos de volcanes adolescentes…
…¡Ahí tienes a una mujer perfecta!, me dicen, la naturaleza toda se conjuró a sí misma, aplacando lavas candentes con sus centros de fuego.
Todavía absorto, retorno la mirada hacia la silueta reposada en su noche. Sus párpados encierran la luz de un día desfalleciente, por llegar a la penumbra, dejando sus alientos y labios atendiendo a mis rutinas conmovidas.
Y la naturaleza toda no podrá recrear sus recuerdos. Tampoco sus latidos acelerando calles, cuando escucha mi pecho abierto y olfatea mis ojos secos, ávidos por sus regazos de noches frescas y briznas abriendo puertas.
Y mis dedos dejaron de ser necios, pues tocaron la tersura infinita que sus manos construyeron para mi, y mis pulpejos de mundo inquieto serán los únicos que podrían reconocer la magia de sus velos sobre piel y escarcha,
por ser mi compañera, la perfección y el asombro
que la naturaleza no pudo recrear a partir de mis dudas insondables y mis temores de cielo gris.
“Del pasado efímero” de Antonio Machado
Este hombre del casino provinciano que vio a Carancha recibir un día, tiene mustia la tez, el pelo cano, ojos velados de melancolía; bajo el bigote gris, labios de hastío, y una triste expresión que no es tristeza, sino algo más o menos: el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza. Aun luce de corinto terciopelo chaqueta y pantalón abotinado, y un cordobés color de caramelo, pulido y torneado. Tres veces heredó; tres ha perdido al monte su caudal; dos ha enviudado. Sólo se anima ante el azar prohibido, sobre el verde tapete reclinado, o al evocar la tarde un torero, o la suerte un tahúr, o si alguna cuenta la hazaña de un gallardo bandolero, o la proeza de un matón, sangrienta. Bosteza de política banales dicterios al Gobierno reaccionario, y augura que vendrán los liberales, cual torna la cigüeña al campanario. Un poco labrador, del cielo aguarda y al cielo teme; alguna vez suspira, pensando en su olivar, y al cielo mira con ojo inquieto, si la lluvia tarda. Lo demás, taciturno, hipocondríaco, prisionero en la Arcadia del presente, le aburre; sólo el humo del tabaco simula algunas sombras en su frente. Este hombre no es de ayer ni es de mañana, sino de nunca; de la cepa hispana no es el fruto maduro ni podrido, es una fruta vana de aquella España que pasó y no ha sido, esa que hoy tiene la cabeza cana.
Paseo Antonio Machado
Desde la catedral y callejeando por el casco antiguo se llega a este paseo, un auténtico balcón al valle del Guadalquivir. En este lugar se levanta un busto del poeta, obra del escultor Pablo Serrano, colocado en el interior de un fanal de hormigón. Texto y fotografia fuente http://www.redciudadesmachadianas.org/
OTOÑO de Fran Arriagada las sombras que aparecen en el mediodía son pañuelos de ausencia que roban al sol su esencia más desnuda y la despliegan en un total de árboles que la mente aspira lograr... el juego de preguntas que hacéis detrás del Otoño? cómo divisais risas coloreadas en el mar de la ternura? el sentido de la vida será la última palabra dicha el Deseo aumenta su tripulación de besos colgados de una rama florida no lo he dicho yo, lo dicen las horas imprudentes cuando el fruto madura explota en tu cara un gesto de arrebato y te vas de casa a tapizar de hormigas tu inteligencia ya te han encontrado dentro de un estuche de seda relamiendo tus dedos también de seda pero has abierto todas las grietas que llevan a ti nunca más permitas entrar ese viento huracanado estuviste allí cuando el Hombre puso la primera piedra? eras la nada que impulsaba el temor y la astucia, la fuerza acabaste en tu rincón de roca esperando el turno de nacer pero el Hombre no te dió la luz que cambiaba de lugar y te volviste melancólica hasta en eso de saber intuir las formas encarceladas qué haceis detras del Otoño? estas cavando una fosa de oro para tu prole llega la ternura más humana y estuviste mirándola horas y horas y no comprendes que todo se devolvía como puente en llamas... -ahora es un viejo desear que hace temblar las cortinas y lloras la melodía no escuchada y te arrepientes del silencio que se perdió entre tus piernas