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viernes, 4 de mayo de 2012




Monica Von Muller

Se nos fue despeinando el alma.
No tuvo más aquel fulgor
como hebra de arcángel
que durante el día robaba sol,
y a la noche, partículas de hados.
Apremiantes en la sinuosa tarde
Bebíamos el extracto de los lirios.
Se movían los dedos del pianista
(Pulgares índigos y blandos
(de tocar el sexo de la aurora)
De a poco.
El cuerpo cambiaba en una crisis.
(Címbalo extraño que se disgregaba
del alfiler inicuo del canino)
No hubo perros pero se los oyó aullar.
Encontraron vírgenes asfixiadas
luego de profanar a las rosas.
(Con sus extremos de pólvora)
Fueron aquellos,
Estos y los otros.
Que no aman.
Ni se juegan.
Se ríen (odian)
Y exhiben,
sexos de carátula.
De cráneo fundido en estiércol.
De ruidos desdoblados.
Su único espejo, la sombra en la pared.
Apártenme.
No quiero escuchar a los crótalos del alba.
Que conceden su hogaza a las ratas.
Estamos sobre una gran serpiente.
Que ondula y sisea.
Duele su redondez blanda.
(No quiero ver a nadie
vestido con laureles)
Ni tener que percibir
cuando entierran a sus muertos.
Antes de que les llegue la expiración.
De noche.
De día.
La infructuosa búsqueda de niños.
De mujeres perdidas en la incógnita.
Calcinadas, maltratadas, desarmadas.
Juguetes de miga desbaratados.
Se siente.
Nos sentimos.
Una pulgada cósmica.
Nos hace falta respirar.
Somos suicidas.
Si salimos a la calle.
Si viajamos.
Si formamos fila.
Y el miedo, ahí.
Como cosa de leyenda.
Como que escribir,
es una voz que piensa a gritos.

Y sabiendo la causa:
Estamos todos mudos…


© 2012



(Figura de Legna Osorio)
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