de Gustavo Lazo Oval, el Viernes, 13 de Julio de 2012 a la(s) 0:54 ·
Un mar en calma lejano en el horizonte,
desbordaba mis deseos de amarla,
así me quedé perdido en sus montes,
hasta muy entrada la mañana.
Contemple su figura,
imaginándola entre mis brazos,
un silencio me quemaba mis entrañas,
y un fuego de pasión me devoraba.
Me sentí al borde de un abismo,
aquella noche, quise penetrar en su sueño,
pero sólo conseguí excitar aún más,
mis deseos de amarla.
La resguardé con la mirada,
dejé de ser juicioso en mi aventura,
entre mis brazos acaricie su rostro despacio,
para no despertarla.
Le bese sus labios mientras dormía,
su respiración era en calma,
su belleza deslumbraba,
como si de un ángel se tratara.
La noche se consumía ante mis ojos,
como la piel de un cigarrillo encendido,
desgajaron las horas, sorprendiendo la mañana,
y el cansancio en los espacios me rendía.
La realidad de mi sueño, me hizo quererla en silencio,
sentí el amor, en su pecho, en la piel de sus senos,
me perdí, en su vientre desnudo,
que fue el laberinto de nuestro sexo.
Sus muslos tan serios, se hicieron conmigo,
mis brazos fueron bandas que sitiaron su cintura,
luego como aquel ovillo perdido,
desperté, entre las sábanas blancas.
Se me escapaba el alba y los rallos de sol
ya calentaban la tierra, cuando pude,
otra vez encontrarla,
sus ojos brillaban como dos estrellas engalanadas.
Me quede sin palabras
ante el jardín de su mirada,
ella entregó aroma de flores y rosas tempranas,
como la diosa, más hermosa, de la mañana.
Autor: Gustavo Lazo Oval
® Reservado todos los derechos de su autor
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