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viernes, 3 de febrero de 2012


HIJO DEL DESIERTO nueva versión todos invitados
de Manuel Ramos Martínez, el Viernes, 3 de febrero de 2012 a la(s) 16:05
Hijo del Desierto


1


Allá
perdido entre cerros
violetas y azules
desnudos asnos del norte
que limitan la mirada
hacia el mar
cuerpo bruñido en sal
ojos de luces.


Huérfano
de la caricia
de la tierna primavera
escuchaba de mares
de flores y de frutos
en las tertulias
que brindaban los afuerinos.


Entonces soñaba que algún día
amanecería con la primavera
que el alba despertaría
su corazón enamorado
y sinfonías de pájaros alegres
le darían los buenos días.


La vida se fue tejiendo
en incubados anhelos
inextinguibles las horas
desarrollaron largos brazos
largos ojos y esperanzas largas
al mañana lo tejió
desgajando el tiempo
apurando distancias
y recontando vivencias
tejió el mañana.


Cuando dejó de ser esclavo
atrapó sus sueños
y huyó en busca de
otros contornos geográficos
en frenética búsqueda
del aroma oceánico
que se le había negado


En la despedida acarició
a las silenciosas
piedras del desierto
brindó un beso al aire
y caminó hasta encontrarse
con la huida del sol
y el nacimiento de las estrellas.


Saludó al amanecer
y a las comparsas de lagartos
hijos del desierto
su ansia era más grande
que el cansancio
su esperanza más grande
que el temor.


Entonces y por vez primera
frente a sus ojos
el titán de titanes
el majestuoso y tempestuoso mar.


Confundido de placeres
corrió trémulo a tocarlo
besó el rocío de sus gotas
el fragor de caracolas
y a sus olas
se abrazó.


II


Una barca emergiendo
de la bruma recibió al viajante
y desde los silencios de su alma
le dijo a la inmensidad:


Mar, llévame con el júbilo
de este instante
y con el recuerdo de la tierra en que nací
en tus gigantescas olas navegaré
dile al viento navegante
el mensaje perdurable
¡dile!
que allá
en el invierno seco
de aquel mineral nortino
nací.


Que allá
donde la lluvia es una anécdota
que las nubes
caballos desbocados
empujadas por ráfagas de viento,
obligan a cerrar los párpados
al habitante
a morderse los dientes
a afirmarse a la tierra
como el marinero a su barca
en un mar huracanado.


Que allá
en el invierno seco
de aquel mineral nortino
nacen hombres
de espíritu indomable
que entienden el lenguaje
del silencio
la lucha de las piedras
contra el viento y a
la luz de un sol infinito.


Que allá
en el invierno seco
de aquel mineral nortino
pinté en la retina
su paisaje
esculturas de cerros pedregosos
y al aroma humilde
del espíritu minero.


¡Dile!
Que mañana estaré
en otras latitudes
construyendo nuevos sueños
que en la savia escribiré
leyendas que hablen
de su amor.

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