Los pétalos de la rosa caída,
simulan mariposas muertas,
su postrero aroma,
huele a infancia quebrada.
La niña que no fui,
fresca gota de rocío
que se evapora,
al despertar la aurora.
El Tiempo de la infancia,
cultiva arrugados pergaminos,
donde la anciana escribe
su infancia inmaculada.
El espejo devuelve
atónitas miradas,
las pupilas marchitas
miran tiempos figurados.
Llamean luces y risas,
duermen sus abandonos,
encadenadas en el fondo
Del pozo de memorias no vividas.
Muere la infancia,
por falta de uso.
Imagen: Iñigo Aspirez
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