JOAQUÍN
de Matias Gastón De Lorenzo, el miércoles, 9 de marzo de 2011 a la(s) 16:24
Testigo del pasado y el presente, todo lo sucedido alguna vez paso por los ojos del viejo. No se tiene memoria sino se tiene convicción de que el pasado es y será solo eso, viejas escrituras que vuelven a la luz del día gracias al recuerdo.
Joaquín despertaba temprano, casi siempre con el Sol como fiel amigo. En su vida las cosas estaban donde debían estar, pocas veces una maldición lo obligaba a retroceder y en el suelo caer. A él no le gustaba recordar, pero más de una vez tenía que regresar a sus primeros días en el pueblo solo para deleitar el asombro de sus amigos viajeros que acababan de llegar. Por razones que la mente no entiende el futuro le tenía guardada una trampa feroz. Su cansado cuerpo no soportaría una revolución más, y cuando todo marcha en calma significa que la oscuridad se avecina.
Un día como cualquier otro el viejo despertó sobresaltado, casi toda la noche tuvo pesadillas. Se despertó varias veces esa noche, y tuvo mucho miedo. El poseía un sexto sentido, y las voces que vienen del mas allá le decían al oído que el terror y la destrucción tocarían las puertas del universo.
Pasaron dos semanas de aquel suceso, y de todo el mundo llegaban noticias poco alentadoras, pues la economía disminuía y el descontrol se adueñaba de las calles. El mundo entero entraba en crisis. Y su pueblo no fue la excepción. Las puertas fueron derribadas y poco a poco el pueblo se fue manchando de sangre. El gobierno cayo derrumbado, y los trajes verdes ya eran parte del ritual asesino de cada nuevo día. Militares de pies a cabeza, con armas en mano y la cabeza tan fría y cínica ahora pasaron a gobernar, dispuestos a todo para terminar con todo y con todos.
El viejo pasó varias veces por algo como eso, el mismo lo sufrió en carne propia, su familia fue obligada a cerrar sus ojos un día de mayo. Joaquín era joven y fuerte, pero de nada servía, no pudo salvar a sus padres. Durante su vida el rencor por todo aquello lo siguió día y noche, pero un buen día se colmo de coraje y se atrevió a perdonar, pero jamás olvido.
Las calles de repente se hallaron desiertas, de tanto en tanto se podía oír una voz de alto y un rato más tarde un disparo certero seguido de un gemido de muerte. Las violentas muertes fueron tapa de los diarios de todo el mundo, pero al otro día quedaban en el olvido. El viejo y su pueblo estaban solos y sin protección, solos y en manos de los demonios verdes. Era escapar o morir, y el sabía bien de eso. Gran parte de su vida estuvo muerto en vida, y ahora debía decidir con la fuerza del corazón, porque la del cuerpo hace rato se había marchado.
Las voces del bien no están por ningún lado, en este pueblo mandan las garras del mal y deciden quién se queda y quien se va, quien muere y quien debe continuar con vida. Joaquín lloraba escondido detrás de los rincones, no debía hacer mucho ruido porque de seguro era escuchado y ejecutado mas tarde. Entonces pensó con el corazón, tomo las pocas pertenencias que le quedaban y marcho hacia la calle. Se envolvió en la bandera del país que lo vio nacer y que tanto amaba. Sin vacilar se echo a andar por las calles destruidas, en el aire se sentía el miedo latente de los sobrevivientes.
Marcho hacia la plaza mas grande del pueblo, grito y grito para que alguien escuche sus palabras de libertad pero jamás nadie hizo caso de su anhelo verdadero. Los demonios verdes eran hábiles, tenaces e invulnerables. Pasaban días y noches bebiendo, no tenían sueños de bien, solo buscaban algún día acariciar las piedras del infierno mas oscuro. Eran la fiel expresión del derroche y la ruina humana en su estado mas bajo, pero más bien parecían bestias salidas del bosque donde nadie quisiera ir. El viejo tenia poco tiempo, las ganas de vivir y luchar por ello es lo único que le quedaba. Libertad, coraje y fortaleza es lo único que la vida le ha dejado.
Ni la bandera sagrada, ni el mas atroz grito por recuperar la libertad lo salvaron. Joaquín fue atrapado y fusilado en la plaza que lo vio por primera vez, su alma ahora descansa junto con juntos la de sus padres. Con el se fueron veinte luchadores mas, que trataron de derrumbar las paredes del infierno terrenal, pero no pudieron ante tanto odio. Los inocentes muertos se contaban de a miles, se convirtieron en botín de guerra en una guerra que jamás existió, porque no había rival, ni siquiera una causa, solo reino el odio del hombre bestia hacia el hombre noble.
Sus restos no se encontraron hasta el día de hoy. Apenas sobrevive esta historia que alguien me contó en una noche perdida como las almas que han padecido allí. El juicio a los responsables todavía no se hizo real, como si nada hubiera pasado ellos siguen ocultos en la noche, pero libres al fin. Demonios verdes disfrazados de héroes, asesinos sin verdad ni causa.
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