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sábado, 5 de mayo de 2012


Mercado Amen.
12 de abril

INOCENCIA, O EGOÍSMO





Tenía diecinueve años de edad, cuando mi hermano, un comandante de la Guardia Nacional, al enterarse de que yo no caminaba con sus ideas derechistas, como era el de buscar comunistas que habían de inventarlos y sacarlos de cualquier agujero donde pudiesen estar, decidió mandarme a trabajar a una hacienda, alegando de estar harto de mantenerme.
Yo sabía que no era cierto. Y lo más cercano a la verdad era que yo no participaba con su manera de pensar, y menos, si éste llegaba al extremo con sus ideas, de romperle la cabeza al pueblo, físicamente hablando, ya que sicológicamente hacía siglos que lo habían hecho. Y no sólo eso; lo habían convertido en pedacitos, para que no pudiese pensar por sí mismo.

Consideré que la razón por la cual me mandaba a trabajar y quería deshacerse de mí, fue por la discusión que tuvimos días atrás, donde expuse los deseos de tratar de encontrar rebeldes, pero no para matarlos, sino para unirme a ellos y tratar, hasta lo inhumano, de que el pueblo -por primera vez- tuviera voz.

Pero en aquel tiempo, no había revolucionarios, más que los inventados por la fuerza armada contra un pueblo demacrado, casi muerto, y completamente asfixiado por el hambre y la necesidad en todos los aspectos. Asunto que no miraba mi comandante, porque -para su bienestar- tenía sus tres tiempos de comida y una doctrina tan poderosa en su cabeza, como cualquier otra ensarta de fanatismo, llámese como se llame. Ya que el comunismo es tan democrático, como la democracia comunista; puesto que ambas destruyen al pueblo.

Lo triste es que siempre el pueblo se deja destruir por ambas, y se respetan a los líderes casi hasta el arrodillamiento, ¡y cómo que no! Si para que se cumplan sus mandatos están los gorilas.

Por tanta injusticia de los que promueven la justicia era que deseaba ser rebelde, pero sin corrientes de izquierda o derecha. Sino así, simplemente un rebelde, que pudiera caminar con la cabeza en alto. Libre. Sin temores. Y poder amar, sin el miedo de que por amor me metieran a la cárcel, o me mataran. Porque como andan y siempre anduvieron las cosas, ni siquiera el consuelo de que nuestros sentimientos sean libres, hemos tenido.



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