El hombre que yo amo, se enoja con mi sombra, cuando penetro en su alma, y su voz, enamorada me nombra...
Ése ser al que tanto amo, no quiere crecer dentro mío, tiene temor de ahogarse de hastío, y que el dolor lo venza en su tibia inocencia... Es por eso que me esquiva cuando entro profundo a sus lugares más puros, a sus rincones más duros...
Se deja amar con miedo, pero es tanto lo que me ama, que no puede contener sus deseos de brindarse entero a mi espíritu que siempre está despierto para recibirlo, con el corazón abierto...
El hombre que yo amo, es como un niño, juega a no ser él mismo, cuando descubro su esencia, y termina engañándose
a sí mismo, porque ya sabe que sin sin él no vivo, y él sin mí se sentiría perdido...
Aprendí a amarlo en ese laberinto que son sus sentimientos, aprendí a quererlo cuando no contesta, cuando da vueltas el rostro, por una mentira incierta...
La sensibilidad que tiene es tan grande, que por eso teme que algo en nuestro amor falle, y quede destrozado, es por eso que él hombre que yo amo, tanto se defiende, hasta que comprenda que mi amor no muerde, que tendrá de mí toda la dulzura, todas las caricias, toda la frescura que mi alma tiene para ofrecerle...
El hombre que yo amo, se despertará a mi lado, todos los amaneceres, con el corazón latiendo de tanto jugarse por este amor que siente...
Autora: Raquel Norma Smerkin Roitman
29.01.2012
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