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miércoles, 4 de julio de 2012



HIJOS DEL DESIERTO nueva versión todos invitados
de Manuel Ramos Martínez,

Hijo del desierto

1

Allá

perdido entre cerros

violetas y azules

desnudos asnos del norte

que limitan la mirada

hacia el mar

cuerpo bruñido en sal

ojos de luces.

Huérfano

de la caricia

de la tierna primavera

escuchaba de mares

de flores y de frutos

en las tertulias

que brindaban los afuerinos.

Entonces soñaba que algún día

amanecería con la primavera

que el alba despertaría

su corazón enamorado

y sinfonías de pájaros alegres

le darían los buenos días.

La vida se fue tejiendo

en incubados anhelos


desarrollaron largos brazos

largos ojos y esperanzas largas

al mañana lo tejió

desgajando el tiempo

apurando distancias

y recontando vivencias

tejió el mañana.

Cuando dejó de ser esclavo

atrapó sus sueños

y huyó en busca de

otros contornos geográficos

en frenética búsqueda

del aroma oceánico

que se le había negado

En la despedida acarició

a las silenciosas

piedras del desierto

brindó un beso al aire

y caminó hasta encontrarse

con la huida del sol

y el nacimiento de las estrellas.

Saludó al amanecer

y a las comparsas de lagartos

hijos del desierto

su ansia era más grande

que el cansancio

que el temor.

Entonces y por vez primera

frente a sus ojos

el titán de titanes

el majestuoso y tempestuoso mar.

Confundido de placeres

corrió trémulo a tocarlo

besó el rocío de sus gotas

el fragor de caracolas

y a sus olas

se abrazó.

II

Una barca emergiendo

de la bruma recibió al viajante

y desde los silencios de su alma

le dijo a la inmensidad:

Mar, llévame con el júbilo

de este instante

y con el recuerdo de la tierra en que nací

en tus gigantescas olas navegaré

dile al viento navegante

el mensaje perdurable

¡dile!

que allá

de aquel mineral nortino

nací.

Que allá

donde la lluvia es una anécdota

que las nubes

caballos desbocados

empujadas por ráfagas de viento,

obligan a cerrar los párpados

al habitante

a morderse los dientes

a afirmarse a la tierra

como el marinero a su barca

en un mar huracanado.

Que allá

en el invierno seco

de aquel mineral nortino

nacen hombres

de espíritu indomable

que entienden el lenguaje

del silencio

la lucha de las piedras

contra el viento y a

la luz de un sol infinito.

Que allá

en el invierno seco

de aquel mineral nortino

su paisaje

esculturas de cerros pedregosos

y al aroma humilde

del espíritu minero.

¡Dile!

Que mañana estaré

en otras latitudes

construyendo nuevos sueños

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