de Poesía Hispanoamericana
La noche que se asoma,
el rímel se oscurece,
mujer que habita en la noche
ahora sale en su búsqueda;
sin ser fantasma
pocos pueden verla,
se sostiene entre tacones...
poco de su rostro ahora se ve,
tras aquella gruesa cortina de humo
del cigarro que en sus manos
con delicadeza sostiene.
Un efímero visitante ahora aparece
lanzando su propina,
la obliga a recoger miserias
para luego verla sonreír.
Su carne profanada, ahora ya no siente,
su corazón en el olvido yace enterrado,
quedó clavado cual tesoro no alcanzado
en una competencia, donde los fuertes...
... los fuertes ya no ganan.
Ellas también lloran
y de esto hacen su secreto,
su mejor aliado,
su peor compañero,
aquel que las observa,
más no juzga,
aquel que las condena
a sus debilidades esconder.
Mujer de bella sonrisa,
cuerpo de sirena y triste melodía;
se acerca al metal de un nuevo visitante,
muestra a éste sus bondades
para ganar posibilidades.
- Te ofrezco mi ilusión,
no te cobro nada a cambio,
sólo cántame una canción
desde el crepúsculo al prefacio.
- Yo no soy cantante
más mi silencio te regalo,
ahora llora para mí...
hermosa mujer de topacio.
Viéndola llorar,
se hizo de ella esclavo,
entendió el llanto de ellas,
las caminantes de la noche,
mujeres de tristes ilusiones,
soñadoras de poder soñar.
Ellas también lloran
sin querer llorar,
ellas sufren, ríen y mueren
por sus deseos por fin alcanzar
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